Es necesario escudriñar la práctica y el comportamiento de los revolucionarios de izquierda, para cambiar ese estilo de trabajo, la forma de hacer política, que viene desde la década del 60 y no ha experimentado transformaciones positivas. Y poder avanzar, ganar el corazón de la población, de los trabajadores.

Mi atrevimiento en Acento, periódico digital, tiene ese propósito, muy marcado desde sus inicios: ayudar al restablecimiento del espíritu de lucha y organizativo de los revolucionarios. Para eso, se necesita cambiar la forma de pensar y actuar, adecuarlas a los nuevos tiempos, a la realidad objetiva, sin inventos. Aprovechar correctamente los métodos de investigación que acompañan la teoría revolucionaria, y realizar los ajustes que permitan llegar, hacer contacto, a la población.

Los resultados de las investigaciones realizadas, nos dicen que hace mucha falta la presencia de los revolucionarios en las diferentes esferas de la sociedad; se refiere a ese ser social portador de un comportamiento agradable, sencillo y sincero; con ideas creativas y soluciones viables a los problemas. Un político capaz de convencer a la población con un discurso objetivo, enriquecedor y lleno de esperanza.

No hay duda, el objetivo estratégico es llevar a cabo la revolución para sustituir, de raíz, el actual sistema de explotación de la fuerza de trabajo, deterioro de la vida humana y saqueo de los recursos naturales; por un nuevo, más humano, equitativo y solidario. Sin olvidar la lucha contra las garras salvajes de un capitalismo insaciable.

Como se puede observar, la tarea no es fácil. Amerita la dedicación permanente y apegado al rigor científico. Alejado de todo tipo de análisis emocional, unilateral y subjetivo. La mediocridad intelectual, esa que ni estudia nada y todo lo sabe, debe ser extirpado de raíz, del entorno de la revolución.

Hay que acostumbrarse al estudio minucioso de los fenómenos políticos, económicos, sociales, etcétera. Observar como se mueven las clases sociales, sus contradicciones y el tipo de organización; sin olvidar detalles, particularidades que algunas veces resultar de vital importancia. Antes de hablar, emitir declaraciones, hay que someterse a los resultados del análisis objetivo correspondiente, para poder educar y organizar a la población.

Decir todo lo que le llega a la cabeza sin la comprobación debida, repetir consignas para hacer coro, sin ton ni son; con expresiones estridentes, no es el camino a seguir.

En esta época, el revolucionario de oído no camina, tampoco el yo fui y no hace nada, mucho menos, aquel que vive atrapado en un pasado glorioso. El momento es de renovar el arsenal teórico, cambiar la manera de llegar al pueblo y, sobre todo, dejar de copiar al carbón experiencias extranjeras. Nuestra realidad y práctica son ricas para aplicar en forma creadora el Marxismo Leninismo.

Hacer la revolución no es un flay al catcher. No es el capricho de los inventos de camino.

Languidecen, lentamente, los revolucionarios de izquierda, porque se resisten a los cambios que son inevitables; si no quieren seguir desapareciendo, y reagrupándose, parecido a la verdolaga, en múltiples grupos para presentar un cuadro triste y desgarrador, como la vaca de Doña Nena (…).