¿Qué exigir a los jóvenes si nosotros los adultos no somos capaces de dar el ejemplo? ¿Qué decirles a los jóvenes si nosotros los adultos no les enseñamos qué son los valores éticos? (Mukien Sang Ben. Carta a la Academia Dominicana de la Historia. Marzo 2023).

No bien termina uno de leer y agradecer la carta de Mukien Sang Ben a la Academia Dominicana de la Historia y los titulares de los periódicos, los comentaristas de la televisión (y por supuesto, los tuiteros) ponen sobre nuestra mesa la necesidad de responder a la pregunta de cuáles valores éticos queremos usar como brújula para transitar esta vida que nos ha tocado vivir en nuestro país.

Que ninguna sociedad puede funcionar si sus miembros no mantienen una actitud ética, ya lo sabíamos. Que ningún país puede salir de la crisis si las conductas antiéticas de todos sus ciudadanos siguen proliferando sin ninguna consecuencia, tampoco es novedad. Pero las preguntas de Mukien nos hacen poner la mirada, no en aquellos que dieron el ejemplo a los adultos de hoy (porque “de aquellos polvos vienen estos lodos”, no nos engañemos), sino en los adultos que somos nosotros y en lo que le estamos enseñando a los jóvenes de hoy que serán los adultos de mañana.

La forma en que consumimos, aquello en lo que gastamos nuestro dinero, nuestras conversaciones, las personas y conductas que valoramos, ¿qué dicen de nosotros mismos? ¿cuáles valores éticos muestran? Preguntárnoslo al final del día valdría la pena. Quizás comprenderíamos mejor cuál ha sido nuestro aporte a esta sociedad de la que tanto nos quejamos, en este mundo “tan falto de valores” del que nos lamentamos. Que también desdice de uno escandalizarnos y criticar que la gente haga cualquier cosa por dinero mientras cerramos las puertas de la educación y la salud a quienes no las tienen ni podrán tenerlas con los ingresos que perciben por sus trabajos a la misma vez que son discriminados por no tenerlas.

Si queremos un mejor país es necesario asumir “una postura distinta ante la vida” como dice Mukien en su carta. Por lo tanto, se requiere hacer el ejercicio consciente de examinar nuestros valores a la luz de la ética y no de la cosmética, que es otra cosa y nos distrae.

Hay quien valora, por ejemplo, la posibilidad de un mundo más justo, más fraterno y solidario. Sabe que la disminución de las desigualdades y las injusticias sociales requiere de nuevas formas de hacer la política y los negocios colocando la atención en el interés colectivo. El bien común es también una brújula que le ayuda a discernir sus intereses individuales. Es gente que, con sus altas y sus bajas, no solo consigue gestionar sus propios deseos sin perjudicar los derechos de los demás, sino que además asumen la tarea de contribuir al bienestar de los más vulnerables.

Los hay mujeres y hombres, empresarios y políticos, artistas, madres y padres de familia, estudiantes, desempleados, trabajadores y emprendedores. Intentan vivir con justicia, compasión y con la sensatez que ofrece mirar la propia vida desde la vida de los más pobres. Y ese es el fundamento de su ética.

Porque la ética es un punto de vista desde el cual reflexionamos sobre las cosas que consideramos esenciales para nuestra vida. Algunas personas han hecho esa reflexión junto a sus hijos y eso las ha conducido al trabajo voluntario. Tal es el caso de Zoraida Montes de Oca y su hija Diana Tejeda, quienes lo hicieron hace ya muchos años en la Fundación Abriendo Camino. La semilla de fraternidad sembrada en ese voluntariado germinó años después cuando Diana se propuso ser una profesional que busca y construye un mundo más justo, que se cuestiona sobre la raíz de los problemas para encontrar soluciones que vayan en interés de todos, pero especialmente de los más débiles. Diana estudió Ciencias Políticas y si las cosas siguen marchando bien, iniciará la carrera de Derecho el próximo año para perseguir mejor el ideal del bien común.

¿Qué decir a los jóvenes que se abren camino en sus vidas? Pregunta Mukien.  Que un mejor país es posible, que podemos conversar en familia sobre la manera de aportar para lograrlo, que es necesario para ello tomar decisiones basadas en los principios éticos universales que promueven la dignidad de todas las personas y el bien común. Que esto no es una utopía inalcanzable. Mukien y todos los que alguna vez hemos hecho trabajo voluntario ya lo hemos comprobado.