El pasado 21 de enero de este año 2021 cumplió 15 años de muerte mi padre, William Vargas Pichardo.

Su recuerdo me sitúa en la mirada a la vida y la muerte en esa danza permanente y cotidiana.

La muerte en nuestra cultura popular cuenta con esa dualidad que tiene raíces afrocaribeñas. Se celebra con música (el tipo de música depende de los gustos del muerto) brindis de comida, cuentos y juegos. Se combinan alegría y tristeza, duelo y festividad.

Esa interacción entre vida y muerte le da contenido a mi reflexión sobre los 15 años de su muerte en la que se mezcla la nostalgia por su ausencia y el carácter de plenitud de su vida.

William Vargas Pichardo fue un hombre lleno de vida, fortaleza, coraje con un gran legado en cada uno de sus hijos, hijas, nietos, nietas y biznietas. Su compromiso con el cambio social es un referente importante.

La pesca mar abierto era un símbolo de felicidad al igual que la contemplación de amaneceres y atardeceres en lugares especiales del país

Su participación en la lucha antitrujillista y la revolución de abril forjaron los cimientos de un pensamiento independiente en la familia con una posición ante la realidad social despojada de apegos políticos partidarios y caudillistas. Sencillez, honestidad, rechazo a:
la injusticia, corrupción, discriminación social y racial fueron principios éticos impregnados en sus descendientes.

El nació en un hogar pobre y caminó el país desde su niñez en la búsqueda de ingresos para apoyar a su familia en la sobrevivencia. Hecho que favoreció su constante conexión y
sensibilidad por la vulnerabilidad social y las carencias que vive la mayoría de la gente.

Lograr un estatus social y mejora de sus condiciones económicas no lo alejó de sus orígenes y su contexto social de referencia.

Su pasión por la naturaleza y el mar estuvo acompañada de la contemplación y reconocimiento de la belleza en la vida natural y en su preservación.

La pesca mar abierto era un símbolo de felicidad al igual que la contemplación de amaneceres y atardeceres en lugares especiales del país.

A partir de la muerte de mi padre entendí que la vida cobra más sentido cuando se está cerca de la muerte. El sentido físico, afectivo y social de la vida se puede redimensionar con mayor claridad cuando nos damos cuenta que podemos morir en cualquier momento.

Por eso en la religiosidad y cultura popular la vida está fundamentada en el aquí y ahora, cada día es un acercamiento mayor a la muerte porque se vive desde el riesgo y la vulnerabilidad continua.

Todas las muertes que ocurren en la comunidad son parte de la vida de cada persona porque todos y todas se involucran en ella.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY