En la mayoría de los países donde se iban a celebrar elecciones y donde llegó la pandemia estas fueron pospuestas por un año, pero en el caso nuestro ese diferimiento fue de apenas dos meses.

La pandemia ha hecho muy difícil  que un candidato oficial gane comicios pues los votantes, de forma irreflexiva, culpan al gobierno de las terribles consecuencias del virus. Tan solo en Corea del Sur y en Finlandia han ganado candidatos oficiales en lo que va del año. Precisamente en esos dos países se ha tenido éxito luchando contra la pandemia. Pero para la oposición también es difícil ganar, pues el gobierno es el que se ocupa de alimentar y pagar a la población y esta vincula esos esfuerzos con el candidato oficial. La oposición apenas se nota y llama poco la atención. Churchill era invencible mientras su país estuvo en guerra, pero una vez alcanzada la paz los laboristas lo derrotaron.

Tres etapas diferentes caracterizan la actual campaña electoral dominicana. Entre enero y mediados de marzo los temas eran los tradicionales: corrupción e impunidad, criminalidad y pobreza. Las encuestas de Penn, Gallup y Greenberg mostraron a Luis Abinader arriba con entre once y veinticinco puntos. La segunda etapa se caracterizó por el confinamiento en los hogares y la ampliación de los programas del gobierno a favor de la población: Solidaridad, Senasa, Quédate en Casa, Fase y otros planes sociales. Hemos podido ver una encuesta, auspiciada por el Palacio Nacional, donde correlacionan la intención de voto con la participación o no en estos programas y el alto voto favorable a Castillo estuvo directamente vinculado a esa participación. Las encuestas de mayo mostraron un aumento a favor de Gonzalo Castillo de once puntos, colocándolo apenas a dos de Abinader.

La tercera etapa coincidió con la apertura de negocios y la salida de los hogares, pero también con aumentos de enfermos y mortandad, así como con una población hastiada. Casi todas las encuestas actuales dan a Abinader como ganador, muchas en primera vuelta.

Ha sido esta una campaña electoral atípica. El virus irónicamente ha ayudado a modernizarla. El caravaneo tan solo se perfila en los últimos días y junto con los Santos Reyes y los desfiles de carnaval se caracterizan por ausencia de mensajes. Los grandes mítines también estuvieron ausentes y a ellos va más gente por pago que por fidelidad. Lamentablemente, dada la negativa de Gonzalo Castillo, una vez más tuvimos ausencia de debates. Han sido las redes sociales el vehículo preferido de campaña en la cual también se ha incluido el repartimiento de mascarillas y repatriar viajeros. La funda de los tiempos de Balaguer ha vuelto a estar de moda.

El nivel de abstención provocado por el temor al virus puede ser un factor clave este domingo. El presidente Medina con razón se ha jactado de haber auspiciado un crecimiento de la clase media, pero es esta la que más simpatiza con la oposición, mientras los pobres aceptan las funditas del PLD. Peña Gómez decía: “Coge la fundita, pero vota blanco”. Un 44% de los votantes se definen como independientes y su decisión sobre cómo votar también será muy importante. El PLD se dividió en octubre y esa es su gran debilidad, además de que la personalidad de su candidato es vista mucho menos favorablemente que la de Luis Abinader. El voto de los leonelistas en una posible segunda vuelta creemos que se dividirá. El aún muy popular presidente Medina luce que reconoce que su partido perderá las elecciones presidenciales y por eso se está concentrando en las congresuales. Los votantes están muy pesimistas en cuanto a los grandes problemas de salud y económicos y eso los induce a pensar que un gobierno de Abinader estará mejor preparado para enfrentar esos grandes problemas. La dinámica, el momentum está con él.