Hemos iniciado un nuevo año. Tal vez no nos hemos dado cuenta, pero al mismo tiempo, hemos iniciado una nueva década. Puede no ser significativo para algunos, qué más da 2020, 2021, o 2034. Pero en realidad sí tiene significado. El significado que tiene es que va corriendo nuestra vida, y cómo corra, cómo transcurran esos años, dependerá de nosotros, de cómo lo abordemos y lo que hagamos.

Estamos viviendo tiempos difíciles. Ahora mismo, desde el recién pasado año 2020, nos encontramos en pandemia, y al parecer, estamos perdiendo la brújula de qué y cómo hacer para librarnos de ella, tomar el control y hacer que los contagios lleguen a su mínima expresión. Y acaso será que esto tenga que ver o esté relacionado con la disciplina de cada uno de nosotros. Es lo que me pregunto y llevo ya un tiempo cavilando, reflexionando, mientras observo, desde mi distanciamiento, el comportamiento social y cómo se desenvuelven las cosas.

Y esto así, porque esperábamos un CAMBIO con el nuevo gobierno. Esperábamos que la pandemia quedara atrás con el fin del fatídico año 2020. Pero la vida continúa, y apenas comenzamos con el cambio, y la pandemia como si no estuviéramos en año nuevo. ¿Y qué tal si se trata de la disciplina? La disciplina que cada uno de nosotros como ciudadanos debe asumir en todos y cada uno de los campos y aspectos de la vida social. Porque no queremos más toque de queda, al que ya se le llama toque de quiebra. Pero no queremos asumir la disciplina. Recordemos que antes que todo somos cristianos, y que nuestro comportamiento debiera, debiera, corresponder con las enseñanzas de respeto, obediencia y disciplina que se nos enseñaron en la Iglesia. O tal vez sirve recordar la regla de oro de la moral: NO HAGAS A OTRO LO QUE NO TE GUSTARÍA QUE TE HAGAN A TI.

Y no se trata de no hacer vida social, ni de disminuir el contacto con la gente. Se trata del respeto a las normas, a lo debido. El Cambio que desesperadamente buscamos se trataba de que se detuviera el latrocinio de los bienes públicos por parte de los miembros del pasado gobierno. Pero nos quejamos de la conducta vial agresiva de los conductores y la falta de observancia de la ley de tránsito, eso criticamos y señalamos. Pero cuando nosotros tenemos que hacer algo en nuestro beneficio, estamos en la mejor disposición de doblar en rojo y atropellar al peatón que aprovecha el rojo para cruzar la calle, violamos el espacio público de las aceras para estacionar vehículos, o violentamos las normas de convivencia del vecindario construyendo dentro de los límites de los linderos, a sabiendas de que estamos violando disposiciones municipales. Oh!! Y si nosotros violamos las leyes, ¿por qué no pueden los políticos violarlas también?

Queremos que haya cambio, pero no cambiar nosotros. Necesitamos urgentemente revisar qué pasa con nuestra disciplina personal, familiar y social y cómo ésta influye en el perjuicio que todos hemos percibido por la decadencia política. Es posible que la decadencia política sea consecuencia de la decadencia social, de ellos, pero también de nosotros, como individuos, como ciudadanos. ¿Por qué no lo pensamos a ver qué respuesta nos ofrece?.  Si como sociedad pretendemos seguir funcionando de la misma manera indisciplinada, no valdrá de nada que se encarcele a los políticos que han robado, porque vendrán otros, impulsados por nosotros mismos, que robarán también. ¿Cuánto tiempo más estaremos dando vueltas en este círculo vicioso? ¿Cómo podrá nuestra sociedad avanzar si continuamos estas prácticas? No habrá cambio que valga, si no cambiamos nosotros. Hagámoslo. Cambiemos nosotros, aunque nos cueste. Trabajo, costumbres y tiempo. De seguro que nos satisfarán los resultados.