El adjetivo “histórico” abarca y atraviesa muchos géneros literarios, a veces contradictorios, otras veces paradójicos, la mayoría de las veces insuficientes desde el punto de vista de su intención, definición preceptiva y de su extensión textual. Lo cierto es que el campo de lo que (creemos) es la novela histórica requiere de lecturas y explicaciones que implican movimientos en una selva enmarañada de opiniones, saberes diversos y muy a menudo difíciles de explicar en un texto plural, tal y como podemos constatar en la lectura de autores como: Abel Posse, Leopoldo Marechal, Edgardo Rodríguez Juliá, Marcio Veloz Maggiolo, Manuel Zeno Gandía, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Federico García Godoy y Max Henríquez Ureña, para solo nombrar algunos autores.

Pero tanto las denominaciones como los acercamientos a conceptos genéricos para explicar el discurso histórico-literario han cobrado hoy valores que comprenden los diversos grados de historicidad, tal  y como lo ha mostrado en diversos ensayos la interpretación Mijail Bajtín en obras tales como: Estética de la creación verbal (1982), La palabra en la novela 1935 (1979), Las formas del tiempo y el cronotopo en la novela (1938), Teoría y estética de la novela (1989) y Problemas de la poética de Dostoievski (1963 (1986).

El acto novelesco, épico y ficcional se hace observable dentro de la historia y lo histórico. La carga semántica de la denominación ficción histórica o novela histórica cubre, por demás, cualquier escritura marcada por la historia y los signos en tal sentido. No existe una novela que no pueda ser reconocida en el campo expansivo de un relato que ocurre en los límites de la determinación histórica y sobre todo de la escritura histórica.

Como se ha dicho en variadas ocasiones (véase Lukács, Steiner, Baquero Goyanes,  S. Chatman, Umberto Eco y Carlos Fuentes, entre otros teóricos de la novela), las diversas textualidades que se producen en tradiciones novelescas, en novelas llamadas históricas que son todas las escritas en América, en Europa, el Medio Oriente, África y en todo el resto del mundo. Las mismas han sido escritas y leídas en el espacio-tiempo de una imaginación cuyo núcleo de fuerza es la narración. Marcada por los signos de la historia, las extensiones e intenciones narrativas se encuentran, como diría Blanchot, en las formas que supone la escritura de la historia.

Es así como escritores, teóricos, historiadores y críticos históricos (G. Lukács, Roland Barthes L. Goldman, P. Nora, Seymour Menton, Alexis Márquez Rodríguez, Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal), propician lecturas marcadas por ideas estratégicas, intencionales y contextuales en torno al tipo textual denominado Novela histórica.

En América Latina, Alejo Carpentier, Antonio Benítez Rojo, Mario Vargas Llosa, Fernando del Paso, Abel Posse, Menpo Giardinelli, Max Henríquez Ureña, Federico García Godoy, Cirilo Villaverde, Domingo Faustino Sarmiento, entre muchos otros, han creado espacios narrativos, a partir del concepto de imaginación histórica.

Hay que destacar los esfuerzos hechos por el historiador y académico entusiasta Seymour Menton, en cuanto al desarrollo de la novela histórica tradicional y moderna en América Latina y el Caribe. Como latinoamericanista concienzudo y consumado el estudioso norteamericano ha leído, analizado, caracterizado y cartografiado el fenómeno narrativo en toda la América continental, pero también ha privilegiado la producción narrativa latinoamericana (novela, cuento), en base a un método fundamentalmente crítico-comparativo y motivado por un movimiento de historicidades narrativas. Son estos fenómenos las caras visibles de los estudios publicados por Menton sobre la novela mexicana, colombiana, guatemalteca y otras de la América continental.

En La nueva novela histórica de la América Latina (1979-1992), (Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1993), el estudioso Seymour Menton refiere un dato que es importante citar como marco divulgativo sobre la nueva novela histórica productiva en América Latina. En el “Prepéndice”, Menton afirma lo siguiente:

“Las siguientes listas de 367 novelas históricas publicadas entre 1949 y 1992 aparecerían normalmente en un apéndice. Al ubicarlas en el Prepéndice” quiero llamar la atención a mi preferencia por la investigación que se basa en los datos empíricos más que en las divagaciones teóricas. En el caso específico de la Nueva Novela Histórica (NNH) de la América Latina entre 1979 y 1992, este subgénero no brotó como el resultado de un manifiesto literario ni yo me interesé en él al leer algún texto teórico sobre la marginación de la cultura popular por las fuerzas hegemónicas. Más bien por mi obligación de mantenerme al día en cuanto a la novela contemporánea latinoamericana descubrí con gran alegría obras de tan alta calidad como El arpa y la sombra (1979) de Alejo Carpentier, El mar de las lentejas (1979) de Antonio Benítez Rojo, Los perros del Paraíso (1983) de Abel Posse y Noticias del Imperio (1987) de Fernando del Paso. A la vez empecé a percibir semejanzas que distinguían estas cinco novelas y otras varias publicadas a partir de 1979 de las novelas históricas anteriores”. (Op. cit. p.11).

Este micropanorama es indicador de novelas que obedecen a una lógica de la productividad narrativa en el sector Nueva Novela Histórica que ha alcanzado una significación direccional en el mapa narrativo serpentino y difuso de América Latina y el Caribe hispánico. El investigador ha hecho un trabajo de campo caminando, como el etnógrafo, los diferentes regiones, pueblos y países latinoamericanos para conocer la historia y la novela histórica de la América hispánica.