Recientemente se produjo una protesta frente al Palacio Nacional por el pastor evangélico, exdiputado y presidente del partido político Generación de Servidores, Carlos Peña motivada por la colocación de la bandera LGTBIQ por la viceministra administrativa de la Presidencia Dilia Leticia Jorge en el escritorio de su despacho.

En apoyo a la protesta se pronunciaron por las redes sociales distintas personas juzgando la colocación de la bandera con expresiones como las siguientes: “la presencia del símbolo del conjunto LGTBIQ en la sede del gobierno es “una provocación contra la familia dominicana”.

Este pronunciamiento se sustenta en el establecimiento de la familia como una estructura única formada por una pareja heterosexual y sus hijos e hijas, desconociendo la diversidad de tipos de familias existentes en la sociedad dominicana entre las que encontramos además de las familias nucleares, familias monoparentales, extensas, ampliadas, unipersonales, entre otras.

Personas con orientaciones sexuales diversas (Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Intersexuales, Queer y no binarias), existen y han existido a través de nuestra historia tanto en estratos pobres, medios y altos, muchas en el closet (ocultas) y otras en menor proporción fuera.

Si bien nuestra constitución define el carácter democrático de la sociedad dominicana y el respeto a la diversidad religiosa, étnico-racial, de orientación sexual, género y estrato social, estos principios no se aplican en los ámbitos educativos, laboral y social

En estudios realizados en diversas provincias del país en diferentes estratos encontramos a personas mayores de 80 años LGTBIQ que pasaron gran parte de su vida escondiendo su orientación sexual de forma publica y que han formado familias nucleares, casándose con personas de sexo opuesto, manteniendo una doble vida con una trayectoria familiar de sufrimiento colectivo (de todo el conjunto familiar), infelicidad, deterioro personal y familiar.

Muchas de estas personas que han vivido esa doble vida para mantener una familia tradicional reconocen que nunca fueron felices en su relación matrimonial y sus parejas igualmente así lo relatan, con casos de depresiones agudas, intentos de suicidios y consumo de sustancias psicoactivas tanto ellas como parejas y descendientes. Otras personas decidieron salir del closet después de varios intentos de formar “familia” clásica (nuclear) y hoy tienen una familia homoparental formada con una pareja de su propio sexo y descendientes de su pareja.

Esa doble vida que han tenido que vivir y viven muchas personas LGTBIQ ha afectado a todo el entorno familiar, llegando hasta generaciones posteriores a partir de su descendencia.

Son muchos los casos de personas LGTBIQ que en su niñez han sido expulsadas de su hogar con apenas 10 y 12 años teniendo que vivir situación de calle, explotación sexual, violencia y abuso sexual. Esta expulsión del hogar se debe a la existencia en sus familias de concepciones religiosas y morales rígidas bañadas de intolerancia y negación de sus derechos.

El miedo a vivir prácticas de exclusión, discriminación y expulsión en el ámbito laboral, educativo y social genera que gran parte de la población LGTBIQ se mantenga oculta (en el closet).

Esta realidad demuestra que no se puede hablar de que el reconocimiento de derechos de la población LGTBIQ se convierte en una amenaza a la familia. Todas las personas que tienen orientaciones sexuales diversas pertenecen a distintos tipos de familia y si “no tienen familia” es porque han sido expulsados de ellas de forma violenta y por ello viven en situación de calle, condiciones de explotación sexual, vulnerabilidad social, dedicación al trabajo sexual.

Si bien nuestra constitución define el carácter democrático de la sociedad dominicana y el respeto a la diversidad religiosa, étnico-racial, de orientación sexual, género y estrato social, estos principios no se aplican en los ámbitos educativos, laboral y social. La población LGTBIQ demanda continuamente el respeto a sus derechos como parte de esta sociedad y esto implica también el derecho a formar familias con equidad e inclusión de sus parejas a sistemas de protección social al igual que ocurre con las personas heterosexuales.

Reconocer derechos a la población LGTBIQ no significa promover la diversidad sexual como un modelo de vida. La imposición de un modelo de vida desde prácticas y patrones sexuales no es posible. Hemos tenido durante siglos sociedades humanas que han impuesto el modelo heterosexual como único con el uso de métodos represivos, decapitaciones, fusilamientos y persecución y no ha funcionado, sino que ha existido siempre la diversidad sexual en todas las sociedades. En la nuestra por igual se ha impuesto la heterosexualidad como modelo de vida, sin embargo, tampoco ha funcionado, muchas personas somos heterosexuales y muchas otras son LGTBIQ.  El hecho de que Dilia Leticia Jorge coloque una bandera de la población LGTBIQ en su escritorio es un reconocimiento a los derechos que tiene esta población a acudir al Palacio Nacional de forma abierta al igual que cualquier otra persona heterosexual.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY