El hombre tiene en cuenta que debe vender todos los cuadros posibles. Para vender un cuadro procede de la siguiente manera. Se dirige hacia el Gift Shop donde están todas sus obras.

Tiene claro que no podrá vender todos los cuadros en una sola noche. Por esta razón no se preocupa, pero tiene un plan.

Entiende que su intención es que le crean que lo que vende es una obra maestra. Los turistas tendrán que convenir que ese cuadro no es un Dalí, pero tiene algo de Dalí. Es cierto que tienen muchas caracolas. Es cierto también que hay unicornios en la noche, dibujados con leve intensidad.

El cuadro le ha tomado toda la noche pintarlo. Ha acumulado una gran cantidad, pero debe vender al menos 3.

La chica canadiense lo mira acercarse al grupo de amigos. Ella se ha mostrado amatoria de las cuestiones de Dominican Republic. Tiene todo claro: ha ido por la mañana a ese lugar pequeño, un leve supermercado donde ha comprado leche achocolatada. Nadie la ha visto ejecutar la tarea, pero está clara que debe marchar pronto. Ha alquilado una casa y se quedó en Dominicana. Sus amigos han venido al hotel, invitados por ella.

El cuadro es cierto que tiene unicornios y unas lunas que para que te cuento. Ha sido un perfeccionamiento de su estilo, piensa el vendedor. Sabe francés porque su madre era haitiana.

El cuadro es cierto que no narra ninguna batalla histórica entre dominicanos y haitianos. Pero tiene claro que en el otro cuadro si se nota aquello. Ha dibujado bien claro a dos ejércitos. Corresponde a las batallas por la Independencia Dominicana, cuando se impusieron en Beller. El cuadro luce que está perfecto. Tiene claro que un cuadro como este debe valerle mucho dinero, por lo que se agarra las manos y las frota. Se notan de manera clara los dos ejércitos cuando entran en batalla. Es cierto que lo dibujado seria apreciado por los más disímiles historiadores.

Es cierto que en el hotel lo han visto llegar en la noche y acercarse al área de la piscina. Allí están todos sentados en una mesa. Al lado izquierda, los platos de la comida del hotel están dispuestos para que los comensales los prueben. La canadiense de la leche achocolatada tiene claro que ha pasado una mañana intensa, pero no le comunicara nada a nadie.

El cuadro debe ser vendido de la siguiente manera: se muestra al comprador y este da el visto bueno. Acto seguido, es enrollado para que quepa en la maleta del turista. Cuando nuestro vendedor haitiano mira bien las cosas, se da cuenta que ha llegado el momento de decir que ese cuadro lo pintó en una sola noche. Positivos en todo, los turistas le creen y sonríen.

Se ha dado cuenta que la historia puede ser dibujada por él. Pretende que otros temas de guerras y batallas, serán pronto asunto para su pincel. La canadiense le dice a uno de sus amigos algo así como: mira, es la colisión de dos ejércitos. Se han quedados asombrados con el cuadro y tienen claro que comprarán otro para darle una ayudita al vendedor haitiano.

Este arte tiene que cumplir un cometido, les dice el haitiano en un francés perfecto. Los demás invitados se quedan impresionados con el dibujo de unos peces azules.

Las batallas de la Independencia que fueron dibujadas por este haitiano no tienen ningún sesgo nacional. Esto es: el haitiano no ha decretado con su pluma la victoria de ninguno de los dos ejércitos. Total, piensa: aquellas malquerencias históricas no me corresponden. Yo hago mi trabajo –dice–, de llevar al lienzo lo más que pueda, aunque puedan existir contradicciones históricas. La canadiense sonríe y se marcha con tres ejemplares. Se ha ido apoderando, poco a poco, de la zona.