Debería llamarnos la atención ese afán morboso por hacer énfasis en anteponer las malas noticias… a las buenas.

Los periódicos, la radio, televisión y cualquier otro medio llamado “midia” o “media” parecen conocer muy bien ese llamado aterrador que persuade a la atención de “nuestra” alma.

Por otra parte, y constantemente estamos reenviando todos esos mensajes que recibimos y que “buscan”, “nos sugieren”, “nos invitan” a ser mejores personas.

Hablan de Dios, de filósofos, sociólogos, escritores, pensadores y todas esas almas que siglo tras siglo nos han indicado la ruta para tener una mejor conducta y una convivencia adecuada en este breve paso terrenal.

Sin embargo, continuamos enfrascados en un afán estéril y absurdo por descollar y alcanzar primero cualquier estrella que nos dé “ese” bienestar provisional que no deja de llevar como sombra al egoísmo y en consecuencia la actitud que aún nos abraza en violencia y abandono.

¿Están los medios colaborando en promover los valores que en verdad necesitamos? Las buenas noticias abundan más que las malas, pero tenemos miedo de promoverlas ya que “mermaría” la atención de la “mayoría” que, en realidad, esta deseosa de los buenos eventos.

Parecería contradictorio que si todos reenviamos esos “mensajitos” motivadores que buscan hacernos mejores personas no seremos los “fans” numero uno de cualquier medio, media o “midia” que se enfoque en resaltar las buenas noticias.

Recuerdo haber visto una tarde, sentado en un parque de un pueblo lejano en Nicaragua, la acción de aquel desconocido. Se había sentado en la acera del frente, vestía ropas finas y por su aspecto no parecía de aquel lugar.

Al rato se sentó un mendigo a su lado. Ambos permanecieron callados, pero el desconocido notó que aquel hombre traía unos zapatos tan rotos que mejor sería que anduviera descalzo.

Se quitó sus zapatos que lucían nuevos y de buena procedencia, los colocó al lado del mendigo y este, sorprendido, los aceptó. Al ver que el desconocido se había quedado descalzo se quitó los suyos y se los puso a su lado.

Nadie notó aquella escena, solo yo para dar testimonio de ello. El desconocido se levantó agradeciendo el gesto recíproco del mendigo, dio unos pasos y se montó en un taxi para desaparecer del pueblo.

En estos días, recibí la visita a mi estudio del artista cubano Miguel Rodez, de una alta sensibilidad humana. Me recitó el poema de José Martí Los zapatitos de rosa (1889) y me explicó el sentido hermoso de este poema.

La niña Pilar le regaló sus nuevos zapatitos rosa a una niña pobre… porque la vio descalza.

No pude dejar de comparar el símil de aquel desconocido con la niña de este poema de Martí.

¿Cuántas personas andarán por el mundo brindando amor con sus actos caritativos? ¿cuántas son las primeras páginas que nos lo dicen? ¿dónde andan esas buenas noticias?

“Dicen que suenan las olas mejor allá en la barranca, Y que la arena es muy blanca Donde están las niñas solas”.

La niña Pilar, al ver la diversión donde estaban los pobres le pidió permiso a su madre para ir hasta allí.

“Anda, pero no te mojes Los zapatitos de rosa”.

Y estando allí Pilar vio a una niña enferma que no tenía zapatos.

“Mira, ¡la mano le abraza, y tiene los pies tan fríos! ¡Oh, toma, toma los míos, Yo tengo más en mi casa!”

Al final la madre de Pilar la ve llegar sin sus zapatitos de rosa y levanta en cólera, pero al escuchar la explicación de la madre de la niña enferma termina por celebrar la acción de Pilar.

Las buenas noticias andan imperceptibles por todas partes. Se manifiestan en cualquier lugar inesperadamente. Una playa, un parque, en medio de la multitud o en el más desolado desierto.

Lo importante es brindar amor ya que este se multiplica por los siglos de los siglos ¡Y esas son buenas noticias! ¡Salud! mínimo caminero

“¡No sé bien, señora hermosa,

Lo que sucedió después:

¡Le vi a mi hijita en los pies

Los zapatitos de rosa!”