El definir “lo bello” siempre ha sido un tema de amplios debates en el pasado y lo sigue siendo en el presente.

Hasta el presente aún no se ha “consensuado” “explicar” ¿qué es la belleza? Por un lado, están los “objetivistas” quienes suelen ser parcos y llanos en el tema, dicen; la belleza es todo aquello “perfecto y agradable” por la “simetría” de sus formas. En cambio, los “subjetivistas” suelen ser más dados a “eso” que no necesariamente se ve, sino que “produce bien”… Yo me inclino más a esto último.

El punto central del debate entre los objetivistas o realistas y los subjetivistas o idealistas es que la belleza es un “asunto” independiente de la mente y los idealistas sostienen que ¡no! Que “esa sensación” primero se produce en la mente y luego se proyecta en la forma.

¡Este asunto es realmente complicado! A ver, ¿dígame quién fue primero, el huevo o la gallina?… o si la quiere más fácil, la mujer pare al hombre, pero necesita ser “conectada” por este… ¿entonces?

A mí me ha tocado “amar” sin que “el objeto” sea de mi agrado físico, es decir, me he encontrado bella a una mujer que “en verdad” no lo era… Partiendo de esta experiencia personal, podría inclinarme al lado de los idealistas.

En aquella ocasión, la sensación que me invadía era, que aquella persona formaba parte de mí de alguna forma. Yo percibía “algo” que no entendía, pero “sabía” que “en algún lugar existía” ese bienestar que sentía. La parte “objetiva” me cuestionaba ¿pero, que le ves a esta mujer? Sin embargo, esos cuestionamientos desaparecían como por arte de magia al penetrarme de las energías que ella emanaba…

Era una ambivalencia pues, yo reconocía que no era una mujer bella, sin embargo, era a la vez el centro de mi bienestar. Por poco término loco por esa mujer, pero gracias a “una psicópata” casual que conocí, abrí los ojos al ésta decirme; “no es amor, es obsesión”.

Con el tiempo aprendí que “el universo” “Dios” o quien quiera que sea, utiliza a “la belleza” como un gancho para hacernos cumplir en algunos engranajes del destino.

Tú puedes “pensar” que amas, pero si es un amor, basado en “la belleza” física, es muy probable que eso termine mal o ineludiblemente con el tiempo… Que lo añeja todo…

Si, por lo contrario, fue una belleza intelectual la que arribo primero, eso solo terminará de la misma manera que el anterior, con el ineludiblemente tiempo… Que termina matándonos a todos…

¿Hemos logrado definir por fin el enigma de la belleza?

No estoy tan seguro de ello. Como buen pirata que soy, y además consciente de esta dimensión terrenal y de “aquella otra” espiritual, disfruto de ambas bellezas.

Mis ojos alcanzan a desnudar lo que oculta el vestido ¡primero! Y luego paso a “procesar” todos los gestos que evoca su mirada. Desde allí mi alma desnuda su alma y entre los dos, el físico y el subjetivo nos ponemos de acuerdo si “esto” será un asunto de unos días o de toda la vida…

La belleza, al final de este cuento, es un bienestar para el espíritu interior que habita en cada uno de nosotros.

Podremos ver, inicialmente, ese bienestar físico, pero si no se acopla a lo que en verdad somos, no habrá manera de verlo bello. Podría no complacer lo físico en primera instancia, pero si “esa alma” está dotada de nobleza podrá parecernos lo más hermoso eventualmente.

Conclusión, la belleza es tanto física como intelectual. Podríamos tener una o ambas a la vez. Solo recuerde que una es temporal y de rápido término y la otra le acompañara hasta que pierda su memoria…

Aquella otra chica, era lo más bello que había visto jamás. La invité a comer y aceptó. Ya en la mesa le hice un comentario sobre cuánto me encantaba la música de su pueblo andino, ella me contestó en un gesto despectivo “es música de indios”… no he vuelto a verla desde aquel día. ¡Salud! Mínimo Feonicero