Desde la Alianza para El Progreso, mucho es lo que han progresado unos pocos en detrimento del resto de la sociedad, al pase de balance la desigualdad estructural se ha profundizado, la inseguridad ciudadana y jurídica para los que no cuentan con las famosas “relaciones” con los privilegiados de la claque política, aumenta, el costo de la vida se encarece cada día más y el sistema de Protección Social, tan limitado y fragmentado como ineficiente, se rebela en contra de sus sustentadores agravando la desigualdad y el estancamiento de la productividad, mientras los placeres de la pobreza se disfrutan a ritmo de dembow haciendo orgías de mediocridad y la degradación social como evidencia de la decadencia cultural, se instalan en la psique de la ciudadanía a 4G de velocidad; simultáneamente, la concentración de poder, la violencia y el narcotráfico, se entrelazan para diseñar junto al burócrata, las políticas públicas que producirán los efectos indeseables que no vemos hasta que nos conducen directamente hacia el abismo del subdesarrollo, fin favorable a los propósitos de sus autores, “salvarnos” para nuevamente acelerar en reversa y volver a reiniciar el círculo vicioso.

Los auténticos barriles sin fondo a través de los cuales se malversa el futuro de los dominicanos perpetuando la trampa de la desigualdad y la improductividad, lo constituyen dos elementos: el Estado como mayor empleador individual del mercado laboral y el sistema de protección social y su estructura fragmentada, que divide a su vez la fuerza laboral en dos categorías: trabajadores formales cubiertos por programas de Seguridad Social Contributiva (SSC) con estabilidad laboral  y regulaciones de salarios mínimos, y los trabajadores informales que reciben los beneficios de los programas de Seguridad Social No Contributiva (SSNC).

Las políticas actuales para abordar la desigualdad estructural y la improductividad se caracterizan por su fragmentación, generando dinámicas que incluso agravan dichos males, por ejemplo, el Estado dominicano supera en cotizantes del sistema de pensiones, del sector formal en una proporción cercana al doble, al sector comercio y en más del doble al sector manufactura, y de ese universo el aumento desproporcionado del aparato burocrático, constituye la fuente primaria de improductividad que soporta un costo para la ciudadanía que cada vez se torna más insostenible y abusivo, dicha estructura perpetúa la desigualdad generando dependencia de sus subordinados en tres maneras diferentes. Primero, a través del engrosamiento de la nómina pública, duplicación de funciones, contratación y nombramientos de asesores y consultores, comisiones y gabinetes. Segundo, el número de pensiones que otorga el Estado, y tercero, la cantidad de personas que reciben subsidios sociales por medio de los programas de transferencias monetarias que son alrededor de 10 o más. Para el 2019, según el economista Collado Di Franco, el sector público contaba con una nómina de 634,407 cotizantes registrados en la TSS, los cuales representan el 28.5% del empleo formal del país, de 2,226,338 empleados activos en la seguridad social, lo que nos coloca en la región como el cuarto país con mayor número de empleados públicos del total de ocupados, después de Argentina, Panamá y Uruguay.

La estadística de los pensionados de la Dirección General de Pensiones del ministerio de Hacienda creció un 60% y cerró en 2018 con 152,990 dependientes de la pensión estatal. Y en cuanto a los programas de transferencias del gobierno, de acuerdo a Enhogar a finales de 2018, 3.2 millones de personas dependían de las transferencias estatales.

Tal nivel de dependencia ha generado que en el país hayan más trabajadores informales que pobres, aunque la mayoría de los trabajadores pobres son informales es un error confundir informalidad con pobreza, puesto que son más los trabajadores informales no pobres que pobres, pero lo que esto constituye en realidad es una combinación de exclusiones legales e incumplimientos que subyacen en la legislación laboral.

El economista especialista Santiago Levy explicó que a pesar de dos décadas de crecimiento económico, ha persistido e incluso aumentado la informalidad laboral, la que en 2000 era de 52%, veinte años después es de 55-57%, lo que pone en evidencia la incapacidad de la economía dominicana de reducir dicho flagelo social, por lo que durante prevalezca esta, la protección social seguirá siendo precaria. Según Levy esto ocurre porque las empresas y los trabajadores no están enfrentando los incentivos correctos producto de la configuración del marco jurídico que da acceso a la protección social contributiva y también porque en la informalidad están los incentivos que en la formalidad no se encuentran, factor que no solo constituye la fuente de la desigualdad, sino uno de los factores por excelencia del bajo crecimiento de la productividad, como los ingresos de una gran parte de los trabajadores son tan bajos, requieren programas de asistencia social para aumentar su consumo y otros asumen más riesgos por sí mismos o a través de la red de familiares y amigos que se encuentran en el extranjero.

La estructura fragmentada de la Protección Social actualmente excluye al 59% de la fuerza de trabajo de facto y el 9% de la fuerza de trabajo pobre. Los expertos establecen que en un sistema funcional, la seguridad social y la asistencia social deberían ser complementos, no sustitutos. Los hogares pobres necesitan transferencias de ingresos y seguridad social, no uno u otro y los hogares que no son pobres, necesitan una seguridad social de calidad cuando lo  requieren en momentos de crisis o vulnerabilidad. Según el informe de Desarrollo Humano 2021 del PNUD, las políticas actuales en lugar de actuar ex ante para prevenir la pobreza, reaccionan ex post para mitigarla, por lo que hasta no avanzar hacia sistemas universales que no dividan a la gente, sino que esté basado en derechos y con la misma calidad, seguirá siendo un apartheid que divide a la sociedad entre los socialmente excluidos y los formales dependientes del Estado que como tontos útiles fraguan la desgracia que reinicia el círculo vicioso.