El giro de las redes sociales hacia el ámbito de la comunicación e información ha permitido la apertura de canales alternativos a las vías tradicionales (radio, televisión y prensa) para el ejercicio de un periodismo más horizontal; de ahí que, hoy día, no solo se sirvan, a través de estos medios, informaciones sobre el acontecer cotidiano, sino que la investigación también ha tomado cuerpo, y tan impactante ha sido la incursión de estas plataformas que han venido a desplazar como fuentes dominantes informativas a grandes cadenas y agencias, muchas de las cuales se han tenido que valer de estas nuevas formas de comunicación para no desaparecer. De esa realidad sale “Ahí les va”, un esquema de periodismo de investigación encapsulado en una síntesis que trata los temas de coyuntura con profundidad y algo de sarcasmo, como forma de relajar al público y atraparlo en un espacio serio y entretenido a la vez; un estilo que se viene repitiendo con mucho éxito debido, además, a la flexibilidad surgida de la no sujeción a un horario, sino al clic libre sin ataduras a las precisiones y las prisas de las manillas.

Pues bien, la plataforma de YouTube, es el origen de la emisión de las cápsulas que tiene como cara a la fluida y teatral Inna Afinogenova que el día 21 de julio de 2021 nos sirvió una entrega en la que analizó el inexplicable crecimiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), creada con la idea de contener una posible expansión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) hacia Europa, todo en el marco de la Guerra Fría, período durante el cual la federación creada por Lenin tras el triunfo de la Revolución Bolchevique no se movió más allá de los límites establecidos al momento de crear la alianza occidental. Así que, a juicio de la comunicadora, resulta inexplicable que, desaparecida la razón que dio nacimiento al gran bloque militar multinacional (la desintegración de la URSS y con ella todos sus países satélites) éste siga creciendo con la idea de cercar a Rusia, país que se considera heredero de aquel poderoso polo opuesto a la mancuerna conformada por Europa y Estados Unidos, que bajo el liderazgo de este último funcionó y funciona, pues resulta que este instrumento militar ha iniciado sus agresiones, cuando incluso algunos de los países aliados de la Unión Soviética son parte de la entidad. Los soviéticos, durante el proceso de desintegración y bajo el liderazgo del liquidador, Mijail Gorbachov, negociaron con los estadounidenses y europeos que la Alianza Atlántica no se expandiera hacia el Este.

Esta negociación se considera un pacto no firmado, de acuerdo al historiador y analista político en seguridad y defensa Luis Illanas García: “Lo que hay es un pacto no firmado. El pacto verbal existe…y las fuentes están ahí. Hay fuentes en EE.UU., documentos desclasificados, donde se reconoce que durante el año 90 Gorbachov se reunió en Moscú una o dos veces con James Baker, secretario de Estado, e incluso se reunió con Helmut Khol, entonces canciller de Alemania. Gorbachov lo único que plantea…no se opone a la reunificación alemana, pero lo único que plantea…es… creo que la frase exacta era: ‘no sería aceptable ninguna expansión de la OTAN hacia el Este’. Baker y Khol aseguraron a Gorbachov que nunca se van a expandir hacia el Este. José Luis Orella, doctor en historia y derecho, y profesor CEU San Pedro, explica el inexplicable pacto verbal de la siguiente manera: “Es un asunto muy importante, son unos acuerdos…Aquí ya estamos un poco en cómo se hacía la diplomacia anteriormente, ¿no? Que se daba la palabra y la palabra se cumplía, porque había una honorabilidad en quien representara a sus países. No había, por lo tanto, ninguna necesidad de poner nada por escrito. Ahora es un poco todo lo contrario”.

El incumplimiento no se hizo esperar, la expansión hacia el Este no ha cesado, pues ya para esa misma década (1999) Hungría, Polonia y la República Checa pasaron a formar parte de la OTAN; pero antes, en 1995 la Alianza Atlántica realiza su primera operación militar en Bosnia. Y como razona Inna, la organización que fue creada para actuar si la URSS atacaba a uno de los suyos entra en acción por primera vez cuando la unión de repúblicas ya no existe y sin que ninguno de sus miembros haya sido agredido. Estas incursiones siguieron en países que no fueron atacados por el país que ya no existía, como ocurrió con Serbia y Montenegro en 1999, y en 2010 en Libia. El instrumento militar defensivo se convirtió en uno ofensivo que ahora tenía como fin el afianzamiento del dominio absoluto de los Estados Unidos, cuestión que pudo lograr con el quiebre de la bipolaridad y el afianzamiento de la unipolaridad que le convirtió en líder indiscutible.

La expansión alcanzó a siete países, incluyendo exintegrantes de la Unión Soviética, como Estonia, Letonia y Lituania. Sobre esta temeraria expansión García expresa que: “Aquí el movimiento expansivo de la OTAN es muy, muy agresivo: se establecen en estos países que tienen frontera directa con la Federación Rusa y no sólo llevan la estructura OTAN hasta la frontera con Rusia, sino que además establecen dos misiones militares permanentes en la zona”. Orella entiende, por su parte, que la “OTAN ha dejado de funcionar con los principios fundacionales con los cuales se creó y en cambio se ha convertido en una especie de brazo armado del cumplimiento de los intereses de los Estados Unidos. Específicamente, para asegurar el control de aquellas zonas de recursos energéticos. Y la extensión de la OTAN en esos nuevos territorios le ha dado un control efectivo del Báltico y ahora estamos viviendo el intento del control de la zona del Mar Negro”. Y en esta misma orientación, sobre el papel actual de la entidad, García manifiesta que “la única función que se le puede encontrar a la OTAN en este momento (y de nuevo hablamos de una cuestión muy compleja) es reforzar la hegemonía de Estados Unidos sobre sus aliados europeos. Una hegemonía política, económica, cultural y militar. Los aliados de la OTAN, por ejemplo, no tienen una estructura militar independiente de la OTAN: dependen de la OTAN para su defensa totalmente”.

Luego de los desencuentros de Trump con sus aliados europeos hasta ¿poner en peligro? la existencia de la Alianza al asumir su promesa de campaña de no inmiscuirse en conflictos externos en los que no estuvieran en juego los intereses de su país, lo que, en efecto, logró; pues ocurrió que por primera vez en 80 años una administración no mueve sus tropas para intervenir en otro país. Ya hemos visto cómo el presidente francés Emmanuel Macron, en medio de la crispación con el presidente magnate llegó a plantear la necesidad de que Europa asumiera su propia defensa. Sin embargo, con Joe Biden las cosas van cambiando; está poniendo más atención a los temas internacionales y, como ya mencionamos, proclamó en su primer encuentro con los líderes europeos que “Estados Unidos ha vuelto”. El nuevo mandatario parece apostar a restaurar el liderazgo de su país recuperando a sus aliados, contrarios a lo que entendía su predecesor, estacionado en la aparente idea de  cohesionar primero a su país para poder retomar el liderazgo, partiendo de que ningún país con problemas estructurales internos puede ponerse al frente del liderazgo mundial.

La cuestión es que en medio de este dilema el escenario global se recompone dejando a Estados Unidos menos espacios para maniobrar. Es quizá por ello que Biden, además de recomponer su liderazgo mundial, se plantea en paralelo un arriesgado plan de reformas estructurales, pues no solo chocará con los representantes de la oligarquía financiera en el Partido Republicano, sino con los de su propio partido que no admitirán volver a las regulaciones financieras o a un sistema fiscal progresivo que termine con el esquema de libertad de los mercados financieros impuesto por el régimen de Ronald Reagan que destruyó la clase media, y “el sueño americano” hasta fracturar a la sociedad. Lo peligroso de este cuadro es que se asemeja a una potencia que está consciente de sus crecientes debilidades, del acelerado desplazamiento de su hegemonía; una cuestión que por lo general, y así lo deja la historia como lección, conduce a reacciones exageradas frente al responsable de su desplazamiento, lo que por lo general conduce al enfrentamiento bélico, algo que para algunos intelectuales como Pedro Baños, es inevitable, porque el 2030 es una fecha muy cercana, y es el año en que se prevé que China pase a ser, en términos de su BIP porque en casi todo ya lo es, la potencia más grande del plantea; de ahí el fortalecimiento de la OTAN, el control de Europa que no tiende defensa propia; de ahí el cerco a Rusia, el aliado coyuntural del gigante asiático que no solo dispone de la mayor flota de barcos de guerra e incrementa su presupuesto todos los años desde el 2010 como ya hemos visto, sino que incurre en tecnología tan sofisticada como la de drones marinos, capaces de identificar y torpedear sumergibles, una información que RT dio a conocer el 9 de julio de 2021, como si con esto se nos recordara que la guerra la gana el ejército que tenga el último escudo (el último salido al mercado, el más moderno).