Conocí a Hamlet Hermann Pérez como pícher de la UASD en una visita de este equipo, el mejor de la época, a Bani. Pasaron los años, fui a estudiar sociología a Brasil y a mi regreso, después de ingresar a la Escuela de Sociología de la UASD como profesor en el 69, él fue designado como Director del Colegio Universitario.  Hicimos una amistad que nunca se rompió.

Cuando la lucha por el medio millón para la UASD en contra de la dictadura ilustrada de Joaquín Balaguer, una jornada exitosa y gloriosa de la familia universitaria y del pueblo, convertida en un acontecimiento histórico, Hamlet jugó un papel muy importante como docente y como ejemplo militante de un hijo de esta alta Casa de Estudios, con el orgullo de ser la Universidad del Pueblo.

Cuando la  primera delegación del área de la salud de la UASD fue oficialmente aprobada directamente por Balaguer para participar en  una reunión de la Unión de Facultades y Escuelas de Medicina a Cuba, presidida por el Dr. José García Ramírez, decano de la Facultad, nosotros como miembro de esta Facultad, fuimos parte de esta delegación.   Hamlet estaba exiliado en este hermano país y pudimos almorzar juntos.  Fui el único con quien lo hizo.  Al despedirnos, me regaló una colección de la revista Economía y  Desarrollo, 33 números, las cuales nunca pude disfrutar, ya que al llegar a nuestro aeropuerto de regreso, me fueron confiscadas las revista, libros y afiches, porque venían del comunismo y eran contagiantes.

Una mañana gloriosa, nos brotaron los ojos de sorpresa y alegría, cuando los medios de comunicación informaron al pueblo dominicano que el Comandante del Abril, el inmenso Francisco Alberto Caamaño Deñó había desembarcado por Playa Caracoles, Azua, con un grupo de valientes patriotas, con el objetivo de liberar al pueblo de la dictadura ilustrada Balaguerista y que uno de ellos era Hamlet Hermann, el profesor que cambió los libros por el fusil y el aula por la guerrilla.

Hamlet Hermann en diferentes momentos de su vida

Logró salir con vida de esta odisea.  Al reintegrarse a la cotidianidad, años después,  Hamlet cambió de nuevo el fusil de Caracoles por los libros, sin renunciar a sus principios y a sus sueños y se convirtió en un extraordinario investigador, en un escritor vertical, en una pluma insobornable, sin precio, con aportes trascendentes al conocimiento de acontecimientos históricos que hubieran sido silenciados o tergiversados por la historia oficial, con la complicidad de algunos historiadores lacayos y vendedores de pluma.

Pero además, se reintegró a la vida de la nación, aportando al país, como fue el caso de AMET, inicialmente un ejemplo no creíble como modelos de servidores públicos, disciplinados, con modales ciudadanos, aunque tuvieran uniformes militares o policiales.

Manteníamos comunicación permanente, con un afecto mutuo de admiración, compartiendo reflexiones e indignaciones, como fue aquel bochornoso acontecimiento de la Academia de Historia, una injusticia impublicable, una desvergüenza, una desconsideración y una falta de respecto, protagonizada por prejuicios ideológicos y miserias humanas, cuando no le permitieron el espacio académico que le correspondía.

Mi admiración por Hamlet fue por su determinación permanente de desafiar al sistema, al imperialismo, definir opciones por la dignidad, por el pueblo y  por el país.  No renunció a sus principios, no claudicó nunca, no se alquiló ni se vendió. Fue coherente en sus pensamientos, con sus palabras y con sus acciones.  ¡Fue un intelectual y un revolucionario cabal, insobornable y contestatario!

Pero este hombre siempre fue abanderado de la mejores causas del país.  Su fusil se convirtió en un productivo investigador, en un intelectual  orgánico de las verdades históricas y de los sueños libertarios. Con la injusticia y las mentiras academicistas, con los tránsfugas mercenarios que siguen escribiendo la historia al revés, siempre le tenía una cara desafiante y un discurso denunciante. ¡No permitió nunca la complicidad!

Este académico, este profesor universitario, este guerrillero ideológico que soñaba en las montañas y recogía flores para sus amores, con una cara que parecía inaccesible, era un ser humano excepcional, sensible, extraordinario, lleno de amor y de ternura. En su interior, aunque tenía pantalones largos, nunca renuncio a ser niño. Como Máximo Gómez, el generalísimo y el Che, prefería la paz, el sueño que la guerra y prefirió siempre ser bandera libertaria y nunca matador de sueños.  ¡Hamlet Hermann, un 19 enero del 2016, decidió irse a reunir con Caamaño y sus compañeros de guerrilla!  En esta lucha contra el olvido ¡Siempre estarás presente!