Impresiona mucho la lista de mandatarios y primeros ministros que ha tenido Haití en los últimos 24 años. Tomo esa cifra, 24 para declarar que la inestabilidad ha producido cambios en el área económica. Asimismo, en el vecino del oeste, luego de la muerte de Jovenel, se tiene claro que hemos tenido muchas complicaciones en el área política. Es notorio el ascenso de las bandas, un tema que no escapa a algunos analistas in situ, esos que se han adentrado en Haití y han vivido de primera mano la inseguridad que se vive en las calles. Puede decirse que la gente siente cómo el poder se desmorona ante el avance de “los nuevos dueños de la cosa”.

Esa inestabilidad a que hago referencia es algo que han vivido muchos ciudadanos dominicanos, como observadores del problema. Muchos dominicanos están pendientes sobre lo que ocurre allá, al otro lado. Es cierto que no todas las noticias llegan, pero también es cierto que las agencias internacionales de prensa, de una manera actual, le dan cobertura inmediata a lo que sucede en Haití. Esto ocurre en todas las épocas del año, no solo en el mes final, diciembre. Los dominicanos esperan, como hacen los haitianos, las noticias que les permiten saber lo que acontece allá, lo mismo que pasa con lo que ocurre aquí: las medidas del gobierno y las propuestas de determinados sectores. Las declaraciones de los políticos haitianos también tienen cobertura y debemos entender que esto pasa por el proceso que manejan los que cubren un ambiente peligroso que tendrá sus crónicas profundas, como las tuvo en la era colonial. Tenemos testigos de ambos lados de la isla.

Conozco a muchos haitianos, si tres pueden considerarse muchos, que tienen un radito de onda corta y am, donde se enteran lo que ocurre del otro lado: los problemas políticos, si la gente está en las calles en alguna manifestación. Estos haitianos trabajan en torres residenciales y tienen claro la situación de su tierra, con el interés de saber el “marco general” en que se mueven sus familias. No sabemos si los que están allá saben lo que ocurre con los que están en este lado: sería interesante saber si estos tienen alguna idea del status migratorio de los haitianos que habitan en nuestras calles.

No creo que sean muchos los dominicanos que se hayan detenido a encuestar a los haitianos para preguntarles su opinión sobre las políticas migratorias. Lo que si nos pueden decir tiene que ver con el status político, esto es: pueden decirnos, de acuerdo a sus perspectivas –en alto sentido politizadas–, lo que piensan sobre el status actual. Aunque consideremos que los haitianos del país no tienen conciencia política, esto es falso: hemos probado, en trabajo de campo, que tienen una opinión terminada sobre lo que ocurre más allá del Masacre. Tienen una opinión sobre los partidos políticos y sobre el liderazgo, aunque los veamos vendiendo aguacates en una calle de Santo Domingo. Adentrarse en esas perspectivas sería una tarea interesante para el político, el antropólogo e incluso para el empresario, pero no se ha hecho. Podemos hablar de “misterios” en este tema.

En algunos textos, algún analista podría hablarnos de una continuidad en las políticas estructurales del Estado haitiano. Es importante saberlo con relación a los problemas de la desertificación. Otros referirán al vacío de dichas políticas, lo que puede consistir en un estado lamentable dado la gravedad del asunto de la tierra cultivable y los recursos de agua. Algunos políticos tendrán sus teorías, pero también debemos destacar que no siempre se toma en cuenta el tema de lo desértico en el análisis y prima el asunto político, de las bandas que hoy asolan Haití y que han convertido esa nación en un caso singular de cómo el poder estatal no puede controlar lo que ocurre en algunos enclaves. La producción obedece a un sistema que si bien responde a iniciativas capitalistas, también nos habla de pobreza en todos los órdenes. En ese sentido, algunos políticos argumentarían que es difícil administrar pocos recursos. Es por esto que el análisis del suelo es importante en el análisis económico.

Si buscáramos en los discursos de toma de posesión de algunos mandatarios haitianos, podríamos no encontrar referencias a la ONU y denuncias sobre el estado de deterioro del suelo y el avance la deforestación. Si comparamos estos datos, con lo que ocurre en otras partes, podríamos decir que el negocio de la venta y manejo de agregados, algo que podemos ver de este lado, también ha sido característica haitiana. Asimismo, la tala ilegal ha terminado por producir extensas áreas desertificadas y se calcula que pronto se quedarán sin nada. Desde el terremoto del 2010, el asunto se masificó y se complicó de manera extraordinaria y se puede decir que el comercio del carbón vegetal se ha convertido en un peligro acuciante que enfrentan las autoridades. Los datos sobre la situación ecológica de Haití existen y son producidos por los organismos internacionales.

No podemos decir, por ejemplo, que los últimos mandatarios hayan vendido tierra a las multinacionales para que deforesten aún más el suelo haitiano, y el ejemplo más claro está aquí: se aprovechan los recursos mineros, pero no hay una industria de la deforestación para sacar, extraer y producir papel, lo que es un indicativo del manejo que se hace en ambas naciones. No está demás afirmar que una de las contradicciones y problemas que tuvo que enfrentar Bolsonaro en Brasil, fueron las continuas denuncias que se le hicieron con relación al manejo del Mato Grosso que aún tiene una gran riqueza de bosques. Se decía en su momento que toda esa zona brasileña sería dejada a las multinacionales, algo que a fin de cuentas no ocurrió. En las zonas haitianas, no tenemos la industria que son desarrolladas en otros países. Pero para el consumo de las familias, vemos cómo los pequeños árboles se eliminan. Este es un asunto de supervivencia que ha mantenido la observación de los organismos internacionales.  No queremos que la desertificación aumente en los próximos años.

En contextos políticos determinados, alguno podría hablar que la inestabilidad política es la primera raíz del desempeño económico, aunque otros prefieren irse al manejo de los recursos, algo que estudió de manera bastante clara Adam Smith cuando escribió su libro en el lejano 1776, sobre la riqueza de las naciones. Está claro que sin los recursos naturales, como ocurre aquí con el oro –aunque muchos digan que se lo llevan–, y los commodities, a Haití le será imposible despegar hacia otros linderos. Para tener un ejemplo de lo que digo, y yéndonos al plano colonial, según Antonio Sánchez Valverde, nacido en Bayaguana, la producción de azúcar en la parte francesa, hacia 1790, entiendo que hace mucho tiempo, se elevaba a 1,527, 700 quintales, que hacían 152,775, 000 libras bruto, lo que sería un sueño para los haitianos contemporáneos. El tabaco o petún, se convirtió en otra sobresaliente industria en la época colonial, al tiempo que el algodón, hacia 1776, “crece espontáneamente”, y según Valverde, producía 37,640 quintales o 3,764,000 libras. También se produjo por esa época el añil, un colorante. Por su lado, el cacaotero crecía también espontáneamente en la isla Española. De modo que tuvimos en Haití “tiempos maravillosos” en la era colonial. Hoy tenemos un drama en lugares donde la producción era notoria.

En este contexto, el análisis se hace de manera obvia: los mandatarios no han explicado, ni siquiera en una rueda de prensa, que en Haití no hay recursos forestales, y uno entendería que es algo de perogrullo. Sin embargo, la denuncia se hace necesaria y la gente debería entender el ejemplo, que nos vale a nosotros, del otro lado, como una forma que debemos entender para la preservación de nuestra capa vegetal y los bosques y ríos sin los que la vida se dificulta. No podemos vivir sin ríos.

En un dato de 1999 de la Convención contra la desertificación de la Naciones Unidas, se nos habla de que “Haití perdió prácticamente toda su capa vegetal, y es el país americano más afectado por la degradación del suelo”. (UNCCD). Los mismos datos ofrecen el siguiente colorario: solo un 2 por ciento queda de zona boscosa. Hacer el inventario de las medidas tomadas por estos primeros ministros sería una tarea elocuente, sobre todo cuando tomamos en cuenta que muchos analizaran estas medidas para hallar soluciones. Hace muchos años, el título del libro de Lepelletier, aunque trataba asuntos de este lado de la isla, era Solución a la cuestión haitiana, es decir se viene hablando de la solución desde hace más de cien años. La desertificación del suelo haitiano merece una historia aparte: el suelo ha venido convirtiéndose en una tabula rasa donde los cultivos no pueden darse. Esta realidad, la naturaleza de la tierra, algo que tanto preocupó a Petion en 1822, es ahora tomada como una advertencia para los mismos dominicanos que por suerte, sabemos sembrar: podemos decir que la tumba y la quema aún perviven. Se ha creado una conciencia cívica de este lado de la isla para mantener los bosques, aunque hay mucho por hacer para enfrentar este tema.

He contado 24 primeros ministros desde 1998 hasta aquí. Los viajeros que han visitado Haití en los últimos días pueden hablar de la inestabilidad, pero también dirán es por el instinto de supervivencia humana que la gente se mueve. Lo ideal sería decir a cuánto asciende el PIB de la nación y hacer un análisis de lo que han hecho las últimas autoridades para atraer la inversión, algo idílico en una nación que, como dijimos, carece de las atracciones que otros países tienen.

Cuando se hace un análisis de lo que ocurre allí, se tienen en cuenta asuntos que nos preocupan a los dominicanos: vivimos en la misma isla. Sabemos lo que ocurre en el área política del otro lado de la isla. Nos preocupamos sobre su futuro.

A través de los años y los siglos, la continuidad en las políticas es algo sine qua non para la estabilidad económica y el desarrollo, como hubiera visto Maynard Keynes. Alguno dirá: gracias a Dios que nuestro país es estable. Ciertamente que podemos tener como enseñanza, y como muestra para otros países, una sociedad dominicana estable. Alguno dirá: los vaivenes económicos son parte nuestra. Nos movemos a través de políticas que nos permiten comprender y acelerar los cambios positivos. La política exterior con relación a los bloques comerciales, y a otros países –entre los que está nuestro vecino Haití–, ha sido, desde hace mucho tiempo, el filón temático de nuestra gobernanza. La política trujillista no fue la misma que la que adoptaron otros gobernantes: como alguno podría decir, cada quien tiene un libro. Es cierto que en el caso de la desertificación y el problema económico haitiano, nuestro país puede recomendar maneras en que del lado occidental pueden enfrentar las cosas para hallar esa solución que Lepelletier, hace muchos años, veía en el manejo de los rubros para la exportación: café, cacao, azúcar. La economía nos espera a la vuelta de una efectiva acción de gobierno. El tema del agua será cada día más importante. Como ocurre en algunas zonas de África, el agua, ese recurso vital, decrecerá con la llegada de los años.

Quien vuela la isla en cualquier época del año, quien se adentra en la vigilancia aérea de la isla, puede ver claramente cómo grandes porciones del territorio haitiano están desiertas o en proceso de desertificación. Es obvio entender que la pluviometría en estas áreas, a diferencia de lo que ocurre en vastas extensiones dominicanas, es entendible que sea pírrica, lo que es lamentable desde todo punto de vista. Por esta razón, la solución haitiana pasa por lo económico y por una justa administración del agua, lo que nos recuerda a sus vastos antepasados, los africanos. El asunto del agua en Haití es algo crítico: sabemos que no solo la pluviometría sino también los acueductos están en estado crítico. Sería interesante descifrar lo que ocurre en Leoganne, Puerto Príncipe, y Petion Ville, para no hablar de Cabo Haitiano o las provincias del interior donde los ríos han disminuido desde hace muchos años, dificultando así la pervivencia de sembradíos.